La primera vez que “entré a matar” en la cocina y no precisamente para satisfacer mi glotonería infantil (mi Record Guiness: media caja de galletas campurrianas mojadas en una taza de leche fría, para merendar) fue tras ver esta película y a continuación leer el libro, con 15 años.
Anteriormente mi madre ya se había encargado de darme nociones teóricas de cocina enseñándome a cocinar aquellas recetas que toda madre gallega consideraba básicas para la futura supervivencia de su prole: tortilla de patatas, guiso de carne, paella, albóndigas, croquetas de pollo, filloas de Entroido, magdalenas... (el cocido gallego y el pulpo no, que son para nivel avanzado).
- ¡Nenaaaa! ¡Ven a la cocina que vas a aprender cómo se hace la tortillaa!
- Voooy!